Buenos días, amig@s.
Bueno, pues hemos decidido dar un paso hacia el mañana, como diría mi amigo el Dr. Spock, y desde hace tres semanas, tenemos un nuevo miembro en la familia. Se llama Pepita y es una preciosa cocker negra de dos meses, buena como ella sola, pues tras sólo esas tres semanas, me sigue a todas partes, tolera la correa sin problemas, aunque a mí me gusta llevarla suelta por la zona donde vivo, que no hay coches, y tiene el mismo aire de familia en su carita de angel que su hermana Berta, que la observa con cariño desde el Arco Iris.
Poco a poco voy recuperando las ganas de reir con sus monerías, que me recuerdan a mi queridísima Berta cuando era un cachorrillo, y poco a poco voy notando como, a base de cariño, se va haciendo un hueco entre nosotros.
Aunque ahora, la mitad de las veces que la llamo, bien para regañarle porque ha cogido mi zapatilla y va con ella en la boca, bien para salir a la calle, se me cuela el nombre de Berta entre los labios, sé que poco a poco será un miembro de la familia como su hermana lo era, cada una con sus particularidades.
Ni puedo ni quiero relegar a Berta al olvido. Ella sigue estando presente en mi corazón como el primer día, pero se ve que en el cielo estaban faltos de angeles y por eso la llamaron. Ahora es un angel de la guarda y así la siento a mi lado y al lado de su hermana Pepi, lo que me provoca ese sentimiento agridulce que muchos habéis sentido también.
Quería compartir este acontecimiento con vosotros, porque, aunque es motivo de alegría agridulce para mí, sé que habéis estado conmigo en mis momentos más duros y eso me ha ayudado mucho. Creo que os lo debía.