Anoche me fui a buscar a Currete y, una vez que se subió en mis brazos, no había manera de dejarlo en el suelo. Casi no me dejaba ni pagar.
Lo que más gracia me hizo, ahora que está mejorando, es que, al salir del hospital, la enfermera se le acercó para darle un beso dos veces, y las dos Curro giró la cabeza. Estaba como loco por irse de allí y no quería saber nada del personal del hospital. La pobre enfermera se quedó muy cortada, pero al final se rió.
Camino a casa, media hora de coche, tuve que ir todo el rato hablándole y cantándole, porque en cuanto me callaba sacaba la cabeza del trasportín para asegurarse que yo seguía allí y lloraba porque estaba tan oscuro que no me veía.
Al llegar a casa, se re-encontró con Oscar. El pobre Oscar estaba totalmente confuso al principio, pero en cuanto salimos a la calle, ya le iba picando para que jugara.
Curro está estupendo. Anoche, después del paseo, sólo quería subir al sofa a dormir, pero - en cuanto yo salía del salón - tenía que venir detrás mio. No se fia ni un pelo de que lo volvamos a alejar de nosotros.
Esta mañana, ya descansado y después de desayunar, se ha puesto a jugar un poquito con Oscar. Se cansa pronto porque está débil, pero se le ve contento.
Luego le he llevado a la clínica veterinaria para que Mª Luisa, la veterinaria viera lo bien que estaba gracias a sus esfuerzos. Le ha mirado y me ha dicho que en pocos días volverá a estar como nuevo. El viernes por la tarde le tengo que volver a llevar para que le hagan más analítica y ver si va recuperando electrolitos y albúmina.
Al llegar a casa y después de comer, Oscar y Curro se han puesto a pegarse.
Ahhhhhh, esto es el hogar.
Echaba de menos que me derriben la mesita del salón y que las alfombras acaben siempre hechas un bulto, pegadas a alguna pared. jejejejejejeje